Right Now, Wrong Then y las Interacciones Humanas

De un (des)encuentro amoroso… dos veces

En Right now, Wrong then (2015) del prolífico director surcoreano Hong Sang-soo, nos encontramos con un estilo narrativo-fílmico peculiar, el cual, no obstante, suele ser una constante en su filmografía —véase In another country (2012), por ejemplo—. Nos referimos a la partición de la película en segmentos que, a pesar de referir los mismos acontecimientos, presentan variaciones sutiles capaces de modificar el rumbo de la historia. En esta ocasión asistimos al encuentro (o convendría tal vez decir desencuentro) entre un director de cine de aparente fama y prestigio y una joven aspirante a pintora. Ambos entablan una fugaz, pero intensa relación la cual, dependiendo de algunas decisiones y/o acciones que ellos ejecuten, tendrá un desarrollo más o menos venturoso. Si en la primera versión del encuentro la relación degenera por completo; en la segunda, podría decirse que adquiere matices más satisfactorios para ambos. Ahora, ¿cuál es la razón del fracaso de la interacción en la primera versión del encuentro? O en su defecto, ¿por qué en la segunda versión la relación se desarrolla de una mejor manera? ¿Qué diferencia a ambas versiones?

En principio digamos que, si en una primera instancia la relación no llega a buen puerto es debido a que, a pesar de exhibir una interacción más vivaz e incluso cómoda, el intercambio entre el director y la pintora es por demás frívolo, carente de una verdadera conexión entre ambos más allá del mero gusto. En tal sentido, la segunda versión del encuentro es totalmente opuesta. En ella se hace gala de una honestidad por momentos brutal que, pese a tornar tensa la interacción, hace también que sea sincera e incluso inocente.

En ambas versiones de la historia el director se comporta con cierto descaro al evidenciar sus intenciones y sentimientos por la pintora; sin embargo, en la primera es más cínico en su actuar; por ejemplo, en el hecho de omitir su estado civil o dar una observación manida (la cual usa para referirse a sí mismo) al analizar un cuadro de la chica. Por otro lado, en la segunda versión el director es mucho más abierto, sin dobleces: da una opinión más sincera, aunque brusca del cuadro de la chica y expone sus sentimientos hacia ella con un patetismo franco e inocente. Revela además el hecho de estar casado, algo que termina con cualquier posibilidad de cortejo con la chica, cosa que a ella misma decepciona, para consuelo del director.

Hablemos ahora de la pintora. ¿Qué es lo que busca, siente y/o consigue del encuentro con el director? En primer lugar, podemos decir que a partir de ella es que se advierte el vaivén constante entre interioridad y exterioridad —entre profundidad y superficialidad— que surge en las interacciones sean interpersonales o intrapersonales. El ejemplo perfecto de ello es la contraposición entre los constantes halagos que dirige al director por sus películas —las cuales ella no ha visto— y el afán de vincular su propia vida con su quehacer artístico, ella manifiesta que pintando es cuando más viva se siente.

Precisamente de esa conexión que ella asegura tener con su actividad artística es que podemos dilucidar la experiencia que adquiere del encuentro con el director. Para llevar a cabo esto utilizaremos la observación que él da en cada versión de la historia acerca del cuadro que ella pinta. En la primera es condescendiente y aunque aquello que dice ya es una frase clisé que usa para referirse a sí mismo, para ella no deja de ser algo que desea escuchar. Ella anhela que el camino que ha elegido quede validado como uno loable, esto en la medida en que solo así puede justificarse a sí misma y seguir adelante. Ahora, al enterarse que el director siempre dice lo mismo de sus películas la decepción es doble para ella, ya que no solo se desencanta de él, sino que en cierta medida también de sí misma. Por otro lado, con el comentario del director en la segunda versión de la historia ocurre algo distinto. Él ciertamente es más brusco, pero le da una opinión sincera acerca de la insinceridad de su pintura. Ella dice vivir cuando pinta; sin embargo, no hace más que velar su propia interioridad en lo convencional de sus cuadros: no se afirma en ellos, sino que se encierra en sí misma y es incapaz de expresarse: esto explicaría su soledad.

En síntesis, ambos comentarios la despiertan del sopor de la rutina y lo convencional, en la primera versión no se nos dice más, pero en la segunda ella tiene un último encuentro con el director en donde le promete ver todas sus películas. Esto como muestra de respeto, pero también para corregir sus comentarios anteriores vacíos al no haber visto ninguna película suya, es decir, buscará formar una opinión propia y no solo acomodarse a lo ya dicho. Así pues, con la puesta en escena de una suerte de juegos de seducción (uno fallido y otro con mayor fortuna) Hong Sang-soo nos ofrece un relato de apariencia simple, pero de una veracidad desbordante acerca de las interacciones humanas… del amor, al fin y al cabo.

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Luis Balceda Estudiante de Literatura interesado (mucho) desde muy pequeño en el cine. Feliz.
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