Mujeres al borde de un ataque de nervios
Cuando el color también es un personaje
Cuando hablamos de películas de Pedro Almodóvar esperamos, los que hemos visto algunas de sus películas, algunos elementos característicos como: situaciones estrafalarias, gran cantidad de elementos rojos, personajes femeninos complejos, problemas con figuras paternas, un arte kitsch bastante trabajado y la construcción de un universo muy pintoresco. Algo a lo que nos tiene acostumbrado el director es a la irreverencia, a la comedia negra, a la provocación y al absurdo situacional en sus primeras películas, no así necesariamente en obras más recientes como La piel que habito o Dolor y gloria.
Mujeres al borde de un ataque de nervios es una comedia que encapsula el estilo icónico y esencial de la provocadora y contracultural visión del director. Y siendo la primera vez que veo esta película, luego de varias recomendaciones, mi percepción sobre ella es sencillamente que se trata de una genialidad en todo su esplendor, a pesar de ciertos y evidentes errores técnicos. Y aún así, algo que no se puede negar sobre el director es el enorme control artístico para la creación de un universo electrizante, ecléctico, absurdo, pero también manteniendo lo humano y lógico. Pareciera que se cae en un oxímoron, pero tiene bastante sentido una vez que se le mira con detenimiento: una especie de comedia de tipo screwball sobre una actriz de doblaje que, tras ser dejada por su novio y compañero de voz, debe entregarle una maleta con sus cosas del departamento, una tarea que generará -indirectamente- más de un malentendido.
Uno de los aspectos que más resalta de esta película, además de sus grandes actuaciones femeninas -desde Carmen Maura hasta María Barranco- y con un joven Antonio Banderas, es la dirección de arte; especialmente, el uso de determinados colores para manifestar sensaciones, emociones, o personalidades. Más allá del ya conocido uso intensivo del color rojo por parte del director, el trabajo de arte en cuanto a color no solo obedece a la estética provocadora y kitsch establecida, sino que también sigue ciertos patrones que van desde la asociación con los personajes hasta la connotación de lo que ocurre a nivel emocional o inconsciente.
Para ser más precisos, empecemos por entender quiénes son nuestros personajes. Pepa, nuestra protagonista, es una ansiosa y presurosa actriz de doblaje cuya relación con Iván, su compañero de trabajo, termina. Candela es una amiga de Pepa, una desconsolada y nerviosa joven mujer que escapa de su casa bajo circunstancias extremas (se involucró sin querer con un terrorista chiita) y busca refugiarse donde Pepa. Mariza, la novia de Carlos (hijo de Iván), es una joven impaciente y descreída que llega al departamento de Pepa para alquilarlo. Paulina, una abogada iracunda que se dice feminista. Y, por último, Lucía, la madre de Carlos; una neurótica, obsesionada y paranoica mujer dispuesta a vengarse por el abandono de Iván. Todo un grupo pintoresco de mujeres con aflicciones emocionales, sentimentales y, en algunas, irracionales. Cada una identificable, en mayor o menor medida, con determinados colores que representan dichos sentires. Vayamos una por una.
Pepa Marcos, la protagonista de nuestra historia, desde un inicio, vemos que ella está “envuelta” en rojo, por así decirlo. Desde el color de su pijama hasta el teléfono, sus uñas, su ropa, entre otras cosas. ¿Qué es el color rojo para Pepa? Hay que recordar que ella acaba de terminar una relación de años con Iván, quien le pidió que le entregara la maleta con sus cosas del departamento. Para Pepa no será tarea fácil por una serie de acontecimientos (algunos fuera de su poder), pero busca cumplirla, como si incluso a pesar de que la relación terminó aún tuviera esperanza por hablar con él y verlo (evidentemente, hay una razón para esto. Aquí, el rojo actúa como símbolo de la expectativa, de la espera y la esperanza, casi apasionada de ver a quien fue el ser amado.
En el caso de Candela, a ella la vemos, por el contrario, en tonos azules, que, en oposición a Pepa, dan un gran contraste sobre las situaciones de ambas: mientras Pepa (rojo) no pierde la esperanza o la voluntad de poder contactarse con Iván, Candela (azul) se presenta contrariada, triste y desesperada por tener que huir de su casa por haberse involucrado sin saberlo con un terrorista chiita, por lo cual pide asilo donde ella. Solloza, se preocupa, se siente desesperada por no saber a dónde ir y se inquieta cuando Pepa no le hace caso.
El azul, tomándolo desde la posición de Pepa, se vuelve un obstáculo (ahora tiene que ocuparse de Candela). Y al mismo tiempo, el azul empieza a generar dudas en ella. Lo notamos cuando en la escena en la que va al departamento de Iván, luego de que le cayera encima una maleta perteneciente a Carlos, descubriera que este es su hijo, dato que ella no conocía; al retirarse, ella es envuelta en un cielo de madrugada azul, frío, como si dudas envolvieran su pensar.
Es en este mismo punto que empezamos a conocer a Mariza, la novia de Carlos, que junto con él van a la pieza de Pepa para alquilarla, en un giro inesperado y coincidente, de forma que terminan involucrándose más con Pepa. Como ya se comentó, Mariza se presenta como una mujer impaciente y creída, vestida de rojo y verde. Y aquí los colores también muestran parte de su personalidad: alguien dominante, apasionada y con bastante voluntad (similar al rojo de Pepa), pero con el color verde, que pareciera que refuerza la desconfianza del lado de Mariza, cuando conoce por primera vez a Candela.
Digamos que, en toda la primera mitad de la película, se nos establecen ciertos criterios identificables en cuestión de colores para los personajes que hemos podido conocer hasta ahora. En la segunda mitad veremos que hay una especie de cambio en las significaciones del color y que, además, los personajes saldrán del esquema establecido en la primera mitad, en parte por un tema de necesidad, y en parte por una cuestión de cambio emocional.
Es así que Pepa, cuando busca a Paulina para que defienda a Candela por su situación de sospechosa con el caso de terrorismo, se viste de azul. El rojo característico de ella es dejado de lado: su voluntad no va por el lado de la esperanza de que Iván la contacte a pesar de que en el fondo la haga sentir triste, sino que va a solucionar un problema que la obstaculiza. Y luego de enterarse sobre la relación entre Paulina e Iván, empieza a llorar en el taxi.
Otro personaje que tiene otro cambio es Candela. Luego de intentar saltar del techo ante su desesperación por no saber qué hacer, se cambia por un vestido negro. El cambio de look es acompañado, asimismo, de un cambio en su sentir y pensar: más racional, anclada a tierra, aunque todavía naif. Es un cambio ligero, pero que supone un crecimiento en el desarrollo de los personajes. Y quien crece más es Pepa.
Otra vez, Pepa tendrá un cambio de vestuario, hacia el color rojo, pero con una resignificación sobre lo que es el rojo para ella: ya no es una cuestión de esperanza o deseo, sino como una forma revestirse con la realidad y de aceptar el hecho de que no perdonará a Iván por haberle hecho daño. Su anhelo se adormitó al igual que el gazpacho que sedó y tumbó al piso a dos policías (que investigan el caso de los terroristas chiitas) y a la gente que entró en su departamento (en un loco enredo desarrollado de manera muy sencilla y clara en la película). Quien también estuvo ahí fue otro personaje, claramente, muy al borde de un ataque de nervios. Lucía, la madre de Carlos.
Lucía, una mujer clínicamente inestable, obsesionada con Iván y más que celosa, llega con un particular atuendo rosado, casi parecido al famoso conjunto rosado usado por Jacky Kennedy. Aquí, el rosado pareciera entrar en una especie de contradicción, y una semejanza a la vez, con el rojo. Si el rojo implicaba antes una especie de deseo y anhelo respecto a la posibilidad de acercarse a Iván, el rosado se posiciona en un escalón donde se la obsesión y la justificación de los medios se materializan (tal y como ocurrirá entrando en el tercer acto). Asimismo, entra en contradicción con el rojo en cuanto Pepa, ahora, no quiere saber nada de Iván, como si se tratara de una forma de curtirse con el desprecio que le tiene y sin importarle el mensaje que deseaba darle; por el contrario, Lucía, necesita encontrarlo, no le importa el obstáculo, hará lo necesario para ir donde está él (con una finalidad concreta). Ambas asociaciones, contradicción y elevación sobre el rosado respecto al rojo, solo muestran el grado obsesivo y neurótico de Lucía.
Y Paulina, la abogada, tampoco es que no tenga relevancia en cuanto al color. Ella también usa rojo. Y lo que es bastante peculiar es justamente la asociación del rojo con la relación que tiene Iván con las mujeres. Pepa usaba rojo y seguía manteniéndose firme sobre su decisión de encontrarse con Iván y darle el mensaje (incluso abordando una esperanza sobre su amor). Paulina, la nueva pareja, también usa rojo; quizás por el mismo deseo y anhelo que sentía Pepa por Iván (obviamente, sin el mismo objetivo). Y luego, Lucía, cuya asociación con el rosado y el rojo fue comentado líneas arriba, pero que también es bastante peculiar. ¿Qué es el rosado sino la combinación del rojo y el blanco? Y quien se observa que lleva un atuendo lo más parecido al blanco (o gris) es Carlos, su hijo, en quien Lucía ve a un traidor por querer abandonarla.
Carlos es un joven tímido la mayor parte del tiempo, educado, pero también bastante aventado (especialmente con Candela). Según Pepa, se parece a su padre, por sus ojos. Y siguiendo esto, Lucía, al tener lo único vivo que le pudiera recordar a Iván que es Carlos, se desespera cuando se entera que él, también, se va.
El rosado pareciera evocar, en ese sentido, una especie de rojo que ha palidecido: el anhelo, el deseo, el amor por Iván se ven maltrechos; la separación con su hijo (parte Iván, parte Lucía) aviva, además, ese deseo de querer estar reunida con quien “ama” (o de quien está obsesionada), que sería Iván. Es así, entonces, que el rosado, y la elección del color, tienen una lógica más profunda en lo que respecta a la psicología del personaje y sus relaciones con otros.
Es así que vemos que la Dirección de Arte, en lo que refiere al color, sobre todo, tiene un aspecto psicológico, sensible y profundo que llega a connotar sensaciones, emociones y relaciones de los personajes. Una película como lo es una comedia, cuando se toma en serio la creación del universo visual, se tiene claridad de lo que se quiere contar y confía en la visión que se busca plantear, puede llegar a mostrarnos ejemplos de la importancia del color en las películas, y qué sería sin el color en las películas de Almodóvar. Un pastiche sin sentido que busca solo sorprender: mucha materia, poca sustancia.