
La Luz de Masao Nakagawa: Una película que trasciende los créditos
El martes 15 de agosto se inauguró la exposición de fotografías restauradas del reconocido retratista fundador de la casa fotográfica Nakagawa en la Dirección Desconcentrada de Cultura de Chiclayo.
La vida de una película independiente, después de su recorrido por festivales, suele decaerse en un muy corto periodo de tiempo. Este tiempo se acorta más cuando hablamos de una película con la duración de un cortometraje. Después de este tiempo, el filme pasa a una etapa de olvido lento, con fugaces momentos de vida impulsados por sus creadores. Sorpresivamente, no es el caso del cortometraje documental La luz de Masao Nakagawa (2021) que, el 15 de agosto, parecía gozar de un restreno de muy buena acogida.
Equipo realizador del cortometraje (atrás) y la familia de Masao (al frente) después de la proyección, en brindis. Fotografía: @_ricardo.montalban_
En la Dirección Desconcentrada de Cultura de Chiclayo he vivido una experiencia que me ha hecho sentir en una época con la que los cinéfilos soñamos con nostalgia. La proyección de La luz de Masao Nakagawa me remontó a las exhibiciones de cine de los años 20’s que se presentaban con la banda sonora tocada en vivo. A cargo de estudiantes de la Escuela de música de Chiclayo, la música compuesta por Marisol Cao engrandeció la proyección del filme.
Claramente, la música en vivo es un acompañante de valor adicional a un proyecto audiovisual que en sí mismo ya goza de una excelencia técnica envidiable. Hideki Nakazaki, director de la película, logra con su obra retratar el feroz golpe del paso del tiempo de una casa fotográfica histórica en la ciudad de Chiclayo. Y no solo en el recinto, sino en los empleados cuyo trabajo es tiene mucha virtud en la paciencia y dedicación (como más adelante me explicaron).
Nakazaki toma las riendas del filme con un estilo de fotografía de archivo. Cada plano está pensado desde el punto de vista de una cámara analógica que atestigua los últimos trabajos de su vida. De hecho, creo que por eso se tomó la decisión de grabar en 16 milímetros. El sonido también trabaja de manera que magnifica la imagen que nos acerca con nostalgia a la época de funcionamiento de la casa fotográfica Nakagawa. Y no me quiero extender más porque el evento no terminó con la proyección, de hecho, recién empezaba.
La luz de Masao Nakagawa (2021). Fotograma de la película.
La exposición fotografía
Al término de la película y el respectivo agradecimiento a los realizadores y a la familia Nakagawa, Jaisia Figueroa, productora del filme y, además, gestora del evento, nos invitó a la exposición fotográfica de los trabajos restaurados de Masao Nakagawa. Este recorrido se divide, para mí, en cuatro momentos.
Primero, la muestra de la increíble técnica y talento de Nakagawa en la exposición de sus mejores retratos. Nakagawa sabía cómo resaltar la belleza de quien posaba frente a su lente y ello se revalida en la cantidad de chiclayanos que han pasado por su estudio. Me impresionó muchísimo, aparte de las fotografías, escuchar a los asistentes contar “la vez en que fui con mi familia a tomarme la foto en el estudio”. Pareciera que toda la ciudad había pasado por el negocio y, la verdad, sentí cierta envidia de no pertenecer a aquel grupo de afortunados. Cuánto me hubiese gustado decir: “¡yo también me tomé una foto aquí!”.
Masao Nakagawa, retrato. Fotografía: @_ricardo.montalban_
Segundo, la azarosa vida de Nakagawa. El hombre llegó a Perú a formar su estudio y, desgraciadamente, fue llevado a un campo de concentración en Estados Unidos en medio de la segunda guerra mundial. Milagrosamente, regresó a Chiclayo a seguir retratando generaciones de personas que lo respetaban por su trabajo e historia. Lo mejor de todo, es que las pruebas, las fuentes de primera mano que reconstruyen su historia, estaban a disposición de todos, expuestas. El trabajo de investigación es admirable.
Tercero, la recreación de un cuarto oscuro de revelado de fotografía analógica, lo más interesante de la noche. Benito, trabajador de Nakagawa, se pasó explicando a todo curioso, neófito de la fotografía, su dedicado trabajo. Entre una luz roja, sombras y una tela negra que servía de puerta de un cuarto angostísimo, me enseñaron el proceso que pasa un negativo hasta convertirse en una fotografía funcional. Yo no soy ni un pico de brillante que Benito, pero su paciencia y experiencia me hicieron entender su trabajo, aunque sea un poco.
Negativos. Fotografía: @_ricardo.montalban_
Finalmente, un nuevo máster class, pero de edición de fotografías y la recreación del estudio donde miles de chiclayanos posaron alguna vez en su vida. Jamás me hubiera imaginado que un lápiz tendría que afilarse hasta la mitad para retocar fotos con una paciencia descomunal. Y ese proceso se repetía a pedido del cliente. Lo que un filtro de celular hace por una foto, ellos lo hacían con lápices. Si el arte es la perfección de la técnica, a mí me quedó clarísimo que conocí verdaderos artistas.
Un proyecto transmedia
Terminado el recorrido quedé muy satisfecho de lo que había visto. Paseé nuevamente por el lugar y encontré un QR que me ofrecía un podcast de dos episodios. Allí entendí por qué es que el cortometraje escapa de su cruel destino: es parte de un proyecto mucho más grande que una película. Para aquellos que quieran escuchar las historias en formato de podcast, se las dejo aquí.
Ni Hideki ni Jaisia tuvieron como objetivo hacer solo una película, sus ambiciones son más grandes que esas. Las historias que se develan frente a ellos no son reproducidas en un solo formato (cine), sino que son aprovechadas en distintos medios para así trascender en el tiempo y rehusarse al olvido. Ambos tienen como objetivo revalorizar el trabajo de la fotografía analógica en Chiclayo y su legado en la comunidad nikkei.
Por mi cercanía Jaisia (actualmente es mi profesora), se que los objetivos de productora y director van más allá del cortometraje y muy seguramente trabajan en proyectos más grandes. Desde ya, su labor en la restauración de fotografías y material audiovisual de archivo es un logro cultural muy importante. Para ellos aplica el popular dicho coloquial “se vienen cositas”.
Terminado el evento, me reúno con mis amigas con quienes asistí para compartir nuestras experiencias personales. De todas, me tomaré el atrevimiento de contarles una que no me pertenece para cerrar esta nota. Jaisia, en medio de la proyección, se le acercó a Diana Hernández, su asistente en la organización del evento, y, detrás de todos, señaló a los asistentes y le dijo: “mira, esta es la razón por la cual yo hago cine”.
Fotografías de Ricardo Montalbán


