
His house (2020): Representar la realidad por medio del horror subconsciente
No sólo celebrando los encantamientos y paradigmas convencionales, el género de terror también puede brindarnos historias de disrupción simbólica sobre la realidad.
A través del desarrollo de los medios audiovisuales, se han plasmado nuevos medios de representación del mundo, no solo como un retrato de la realidad sino de lo fantástico, y hasta de hiperrealidad. No es casualidad entonces que corrientes cinematográficas como el Neorrealismo italiano construyera relatos vivenciales de la devastación sociopolítica de la postguerra así como la decadencia de lo estético. Ni tampoco que el mundo contemporáneo realice su propia interpretación de los conflictos actuales como la sociedad del bienestar y el consumismo tecnológico reflejado en la postmodernísima serie Black Mirror. Tal cual el tiempo, el sentido audiovisual también avanza y se deconstruye en su propósito.
Ahora bien, ¿qué surgiría de un viaje entre el onirismo y una problemática latente como la migración masiva impulsada por las guerras en el Medio Oriente y la inestabilidad sociopolítica en África?. El resultado es el primer largometraje del director británico Remi Weekes, His House (2020). En este film dos inmigrantes, Bol y Rial, son acogidos como refugiados en Gran Bretaña tras sobrevivir a un ataque del gobierno de facto guerrillero en su natal Sudán del Sur. La pareja carga consigo un acto imperdonable el cual cometieron con la finalidad de salvar sus vidas, perder a una niña en mar abierto mientras huían en barco.
A pesar de iniciar una nueva vida dentro de un contexto cultural extranjero y distante, pero a fin de cuentas en donde han sido absueltos de culpabilidad, no podrán librarse de las paredes que los aguardará o mejor dicho, de la materialización del cargo de conciencia que pesa sobre ellos. His House, trabaja con el reconocible subgénero de terror de las casas embrujadas y la posesión demoníaca; pero es esta lectura superficial la que nos permitirá adentrarnos en la verdadera intención de la película, una mordaz crítica social a la alienación, y al debate que se evade de forma involuntaria cuando se escucha la palabra migración.
La nueva casa de asistencia social que ha sido entregada a la pareja está habitada por un ente que reclama algo de lo que ellos se han apropiado, pero que en primera instancia no quieren reconocer estos hechos como reales. Ambos personajes manejan la situación de maneras distintas, por un lado, Bol toma un sentido de pertenencia a una cultura ajena a la suya. Su propensión ha invadido sus pensamientos y comienza a imitar la forma de vestir, de comer y de hablar de los locales. Por su parte, Rial sigue conectada a sus costumbres y folklore, comprende que la presencia que los acecha es un “Apeth”, un brujo nocturno que imparte justicia sobre aquellos que han arrebatado algo, en este caso una vida humana inocente.
El costo de la casa no estará saldada hasta que el Apeth les cobre lo tomado y esto a costa de su estabilidad psicológica. La casa no es solo el espacio de insanidad en el que son torturados por la culpa, sino que también es una manifestación Freudiana que representa una confabulación subconsciente, reprimida por los personajes sobre el rezago del pasado, del temor al olvido y la mimetización.
Las escenas cercanas al clímax de la película ilustran el nivel de distorsión entre las pesadillas oníricas y los traumas humanos a los que están expuestos ambos personajes. Una paradoja entre el subtexto y la externalidad narrativa. La confrontación cultural y el desamparo representativo descrito a través de una amenaza sobrenatural. Es allí donde radica su valor simbólico, en la confrontación y la búsqueda de libertad de una minoría inmutada de su acervo cultural.
En His House la imagen puede ser un medio de expresión tangible de la vulnerabilidad de la psiquis humana y también de la vívida realidad de los refugiados a lo largo del mundo


