El sonido de Lucrecia Martel

A través de cada goteo, caminar y silencio, se encuentra el mundo onírico que Martel plantea en su filmografía.

Las películas de Lucrecia Martel no serían lo que son sin la importancia del sonido. Para empezar a entender su filmografía, tenemos que prestar atención a los intereses sonoros que se visten desde el primer fotograma hasta el último en cada una de sus películas. En distintas entrevistas, la cinematógrafa argentina ha asegurado que toda película realizada tiene su origen en el interés y en las sensaciones de articulación del sonido; además, durante una conferencia en “Casa América Este” retrae a la conversación que es el único tema académico que domina, al menos hasta ese entonces.

En esta misma conferencia, muestra con soltura su inclinación hacia la fuente del sonido como generador de atmósferas. Refiere a una teoría personal que ha elaborado durante su vida. Esta teoría es una analogía entre una pileta de piscina vacía y una sala de cine vacía. Para Martel, el sentido de la vista puede desaparecer si nosotros solamente movemos nuestros párpados pero, el sentido auditivo no funciona así. El sonido es aquel flujo que se adhiere al aire como en el agua nos sumerge en una piscina; «el sonido es inevitable».

El inicio de esta teoría sería en relación a la articulación de sonidos, pausas y formaciones de oraciones perfectas en los relatos de terror que le contaba su abuela de pequeña. He aquí, el inicio no del interés de un guión perfecto, sino de la armonía en los tonos para la fluctuación perpetua de los sonidos. Ahora bien, desde el inicio de los largometrajes de Martel hay un principio en la sonoridad para llevarnos al contexto de la narración. En La Ciénaga, seguimos el compás de la cámara como si fuéramos uno más de los invitados de Mecha, las copas de vino en alianza con el sonido de las pisadas en el borde de la piscina nos transbordan perfectamente a la historia. Con respecto a esto, Lucrecia expresó en una entrevista que ella tuvo que remodelar este borde de la piscina para lograr el sonido deseado. Como vemos en esta primera escena, los sonidos de las sillas (que según cuenta ella fueron también difíciles de conseguir por ser muy antiguos) nos encierran en esta aura dionisiaca y ebria entre los colores rojos vínicos y verdes naturaleza.

Es aquí donde los sonidos aclararía el tenebre funesto de principio a fin de la película. La inmersión a través de los goteos y las copas de vinos, serían solo el preludio entre los disparos de rifles, truenos y casi diluvios que representan a través de los montajes anunciando de cierta manera, la muerte del pequeño de la familia de Tali. Mientras que, en La niña santa reconocemos al pasar de las películas que en los momentos donde las personas se alborotan para oír a un músico corresponde a los momentos donde el doctor Jano decide acercarse a Amelia; y ella, tocar su mano. Estos momentos de música y sonidos entienden a la representación de un mensaje que nos quiere dar Martel conforme va pasando la película. Los sonidos extradiegéticos son casi inexistentes, ausentes fielmente.

Por otro lado, en Zama, empezamos una llovizna y movimientos abruptos del aire en el mar donde está mirando firmemente Don Diego de Zama. Martel responde a esta escena como una espera lenta y tenue ante el firmamento con la intención de encontrar quién es el mismo Diego de Zama y hacía a donde apunta su destino. La autora termina mostrando interés por colocar en los momentos de incertidumbre y blanco mental de Don Diego, una puesta onírica diferente. La crisis de identidad del personaje se ven representados a través del sonido, de la repercusión de los sonidos de limbo, mientras el contexto en el que está envuelto lo devuelven a la realidad a través de sonidos bruscos.

Mientras que, en La niña santa y La Ciénaga, lo que existe son las oscilaciones de objetos sonoros y del agua en sus formas más bastas dentro de la caja de herramientas de Martel. La niña santa nos tiene constantemente en el terreno de la piscina del hotel y, es aquí, donde el sonido del movimiento del agua abraza los diálogos de los personajes. Podemos denotar los sentimientos de los personajes a través de la danza de la piscina y las palabras que dicen al sonar. El sonido nos indica que él no está prestando atención a lo que se hablan sus colegas, es hasta después con la caída de una gota de agua que despierta y vemos que la persona que estaba en la piscina era la madre de Amelia, justamente ni bien termina el último segundo de sonido de la pileta.

Sin duda, la filmografía de la argentina Lucrecia Martel es una pieza clave para el cine latinoamericano, para abordar las diferentes temáticas que son abordados por el eje central de la propuesta sonora. Diferente en cada una de sus formas, los filmes de su autoría nos presentan personajes que al momento de analizarlos tenemos que tener en cuenta su conexión con el exterior para entenderlos de la forma más rica posible. Desde la fantasía sonora hasta el baile hedonista de los objetos más comunes y elementos dentro de la puesta en escena, es que La niña santa, La Ciénaga y Zama terminan siendo esencia clave de Lucrecia Martel.

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Fabrizio Cespedes Estudiante de Comunicación y Periodismo en la UPC. Las artes visuales son mi espacio seguro y de experimentación constante. Escribir, fotografiar y diseñar son parte de lo que soy.
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