
El encuadre de la mujer joven en Lost in Translation
El problema con la escena de apertura del film de Sofía Coppola
Una mujer joven acostada en una cama de sábanas blancas, en una habitación de cortinas cerradas y luz tenue, apoyada sobre su lado izquierdo y con las rodillas levemente dobladas, yace inmóvil. Si está dormida, si abraza una almohada o si mueve los dedos de los pies al son de su canción favorita se desconoce pues el cuadro la dibuja por detrás desde un poco antes de la mitad de su espalda hasta un poco después del centro de sus pantorrillas. Lo que sí se sabe es que lleva puesto un gran calzón rosa pastel levemente (suficientemente) transparente. Después de unos segundos, el título se inscribe en el hemisferio sur de su cuerpo, justo bajo el ecuador del encuentro de sus nalgas y piernas: Lost in Translation.
Esta icónica primera toma inaugura la corta secuencia de días que compartirán Charlotte (Scarlett Johansson) y Bob (Bill Murray) al conocerse en el hotel donde ambxs se hospedan en Tokio. Ella en sus veintes y en un matrimonio que no funciona y él en sus cincuentas y en una carrera que va en declive, descubren en lx otrx la compañía necesaria para sus realidades silenciosamente desesperadas.
Asimismo, aquel cuadro muestra una de las formas más recurrentes en las que veremos a Charlotte: sola, con las piernas desnudas, en un cuarto de hotel. De esta manera, al ser la habitación (aun la temporal), la ropa interior y la cama elementos que acompañan la más profunda y a la vez cotidiana privacidad, nos encontramos muy cerca de su intimidad. Y, al igual que Charlotte, estamos bastante próximos a la experiencia personal de Bob, en una habitación de hotel y en un momento de fragilidad, pero, a diferencia de ella, no lo vemos transitar su espacio intimo de la misma manera, lo que es natural.
Sin embargo, salta a la vista que Charlotte posea una postal de un sutil pero potente contenido erótico y Bob no; y aunque tiene un índice estético importante, no aporta nada al film más que la afirmación de que el cine de Hollywood sigue haciendo mal uso de la sensualidad femenina. Y es que aquel encuadre inicial atrae la atención a su cuerpo, cosa innecesaria pues este y su atractivo sexual no son elementos importantes ni del desarrollo del personaje ni del relato.
Entonces, con dos protagonistas que prácticamente atraviesan el mismo camino introspectivo, cuyas diferencias fundamentales son de género y edad, y con una sola presentación corporal, queda flotando la pregunta de si ser joven o mujer significa principalmente ser cuerpo, o, mejor dicho, si ser mujer joven significa primero ser cuerpo y después ser alguien.
Lost in Translation (2003) parece decir que sí pues su primera imagen es la de un cuerpo que no aporta más información que la de ser uno joven, sensual y de mujer. Una verdadera lástima pues sin ella el film se ganaría verdaderamente todos los elogios que posee ya que es un relato sensible, sutil y profundo sobre estar perdidx.


