Druk: una oda a la vida

La película danesa de Tomas Vinterberg que usa el pretexto de la bebida para revelarnos un mensaje mucho más profundo sobre nuestra humanidad.

Druk(2020) narra la historia de Martín, interpretado por Mads Mikkelsen, un profesor de secundaria que, abatido e inhibido por la monotonía, junto a sus tres mejores amigos y colegas, lleva a cabo un experimento cuyo protagonista principal es el alcohol. El grupo empieza a probar los efectos que la bebida genera en sus comportamientos y descubren que hasta cierto punto los puede ayudar en sus actividades cotidianas. Pero, ese límite es totalmente impreciso y difícil de controlar, y las consecuencias no tardan en llegar, sobre todo, para Martín que parece perderlo todo. Y es que no hay fórmula o experimento que pueda darnos una vida plenamente feliz.

Tomas Vinterberg, director danés de películas como "The Celebration" (1998) o "The Hunt" (2012), ha arrasado con esta tragicomedia de cuatro profesores a la deriva que se juntan para revertir su hastío con una cantidad constante y diaria de alcohol en sus venas. Sin embargo, lo que parece ser al inicio una comedia, bastante ligera, termina sacando a la luz un problema mucho más sombrío y profundo sobre cómo, cuando la vida parece aburrida o sin sentido, a menudo se debe a nuestro fracaso a la hora de ser honestos con nosotros mismos.

Vinterberg es un director que se destaca, justamente, por mostrarnos ciertas cuestiones en torno a nuestra condición humana. Sin embargo, Druk, su obra más reciente, va más allá de ello. No es una película sobre el alcohol ni mucho menos una película moral en torno a su consumo. Es una oda a la vida que celebra los altibajos de esta y que cuyo final nos recuerda que, pese a todo, seguimos de pie.

La historia de los tres actos

Drukes sin duda el viaje de Martín, un personaje abatido por la realidad que evoluciona desde un punto muerto hacia la exaltación total de la felicidad que concluye con el espectáculo final que nos regala Mikkelsen como bailarín. Y es que más allá de un final feliz y esperanzador, este baile nos revela la esencia de esta tragicomedia que se divide en tres actos significativos.

En primer lugar, estamos frente a estos cuatro profesores que se enrumban a llevar a cabo este experimento social. Lo primero que vemos es pues el resultado positivo de la ingesta medida de alcohol en la vida de cada uno de estos personajes. No obstante, van perdiendo poco a poco el control; lo cual nos lleva a un segundo momento. En este punto, se nos presentan ya las consecuencias de este descontrol que parecieran divisarnos “el fin del mundo” para este grupo de colegas, sobre todo, para Martín cuya familia se va distanciando. Pese a ello, todo en un tercer momento comienza a emerger llevándonos así al clímax de la historia en el que nuestros personajes son conscientes de la situación y se sobreponen a ella ya que se dan cuenta de que, si bien su vida no es perfecta, no tienen por qué lamentarse por ello.

Y es que el detonante de esta revelación es ciertamente la muerte de uno de los personajes y su posterior funeral que los reúne nuevamente luego de estos desafortunados acontecimientos. Es aquí donde Martín encontrará el punto cumbre de su vida, en un momento en el que desesperadamente deseará retornar a su vida anterior, pero en el que es consciente de que no podrá hacerlo. No obstante, es en este momento donde la muerte y la vida se conjugan, y donde el duelo y la celebración se juntan para despedir a su viejo amigo en el que el protagonista se dará cuenta de una gran verdad.

Martín era un hombre en búsqueda de sentido que había perdido el interés y la pasión por su vida, su familia y su trabajo. Sin embargo, en este experimento encontró aquello que siempre anhelaba: sentirse vivo, pero que, a largo plazo, no era la cura total a todos sus problemas. Más allá del alcohol, el protagonista de Druk había encontrado una catarsis que le servía de recordatorio de que, pese a la adversidad, seguía resistiendo, seguía viviendo. Es así como el baile final de Mikkelsen nos muestra esta liberación de su personaje a partir de la celebración de la vida misma.

What a life

En la escena final de la película, Martín, que acaba de sufrir una pérdida trágica, comienza a celebrar con sus amigos y alumnos con un inolvidable baile al ritmo de “What a life” de la banda danesa Scarlet Pleasure, una canción que recoge muy bien la esencia de la película en una sola escena de derroche de alegría. De esta manera, Martín que, desde un inicio se había negado a bailar, lo hace con total libertad, dándonos así un final icónico y un gran cierre para esta película.

“Qué vida, qué noche. Qué hermoso viaje. No sé dónde estoy, pero soy joven y vivo” son algunas frases que integran esta canción que da el cierre a la dramaturgia de Vinterberg. Y es que su elección tiene una razón de ser. El tema de la canción y el de la película son muy similares. Ambas celebran la vida en todo su espectro, con todo lo bueno o lo malo de ella.  De esta manera y de la mano de una actuación magistral de Mads Mikkelsen bailando, dando vueltas y saltando, esta canción se ha vuelto un himno icónico de esperanza, no solo para la película sino también para Dinamarca, donde ha tenido una gran acogida.

Y es que este gran final culmina, así, con el clímax de la historia; el fin de toda esta travesía catártica de nuestro personaje principal en el cual también nos vemos retratados. Es así como esta larga escena de baile nos da la posibilidad de vernos en retrospectiva y darnos cuenta que, pese a toda la adversidad, seguimos estando y resistiendo, seguimos viviendo más allá de solo existir o estar lamentándonos.

En ese sentido, Druk es la madurez agridulce de la vida, una última fiesta con tus amigos, un manifiesto vitalista que no juzga ni condena, sino que celebra la amistad y el dolor, pero, sobre todo, el hecho de estar vivos. La película de Vinterberg nos retrata, de tal modo, una despedida jovial bastante cálida y melancólica entre risas y bailes en una reunión donde la vida misma se hace presente con sus altos y sus bajos. Una reunión con viejos amigos que nos recuerda que la vida no es perfecta, pero que sí podemos sobrellevarla.

0 comentarios


Gabriela Carrillo Licenciada en Comunicación Audiovisual. Maestranda en Historia del Arte y Curaduría de la PUCP. Directora de arte, fotógrafa y realizadora audiovisual interesada en temas de mediación artística, apreciación y análisis de productos audiovisuales.
Síguelo en: