Akira: La ambición humana por el poder

Un filme japonés que rompió las barreras de la animación. Akira, una película cyberpunk de culto que muestra un futuro distópico irreal, pero no imposible.

“La animación es cine. La animación no es un género para niños, es un medio y refleja la vida, la belleza y la verdad“— Guillermo del Toro.

Las películas animadas son tan infantiles, como tan adultas. Pueden sumergirnos en universos narrativos tan fantásticos, como también realistas y crudos; con un mensaje bonito o con uno más mundano. Es imposible hablar de animación sin mencionar a una de las películas de culto más ambiciosa de todos los tiempos, Akira.

Akira es un filme animado estrenado en 1988, basado en el manga homónimo escrito por el japonés Katsuhiro Otomo. Con el pasar de los años se ha convertido en una película de culto y un gran referente para el género de ciencia ficción, debido a su solvencia y unidad estética de lo técnico y lo narrativo.

La estética cyberpunk fue representada magníficamente, siendo este el resultado de un trabajo muy estricto y pretencioso. El costo de realización de Akira fue de mil millones de yenes equivalentes a diez millones de dólares, convirtiéndola en la película animada más costosa de ese momento. Sin embargo, no solo se le considera una película pretenciosa por su costo, sino también por su realización. Akira está compuesta por 2212 tomas; 160 mil dibujos, el triple de lo habitual para las películas animadas; y por una paleta con 327 colores, de los cuales 50 fueron creados únicamente para la película.

Otomo quería lograr que “todo en Akira estuviera vivo”. Para lograrlo se utilizó animación en celdas, en la cual se debe animar el fondo, medio y primer plano. Pero, esto no fue suficiente para Otomo. Decidió grabar Akira en 24 fotogramas por segundo, para lograr mayor fluidez en el accionar de los personajes. El resultado fue una animación revolucionaria, con detalles al nivel Hollywoodense.

El filme nos sitúa en el 2019. La historia gira en torno a un grupo rebelde de jóvenes motociclistas de Neo Tokyo, una ciudad futurista en decadencia plagada de manifestaciones sociales y corrupción; construida sobre los restos del antiguo Tokyo, el cual fue destruido por una explosión causada por Akira, un ser con un poder incontrolable que está en manos del gobierno. Una noche, uno de los integrantes de la banda, llamado Tetsuo, acabaría malherido después de tener un accidente en el que se vería involucrado con un niño víctima de experimentación humana. Este accidente despertaría un nuevo poder en Tetsuo y sumergirá al líder de la banda, Kaneda, en una travesía para salvar a su amigo.

El poder, locura y redención

Akira es la representación de la historia del ser humano, su autodestrucción por el ansia de poder y lo inevitable que puede ser repetir los mismos errores para conseguirlo.

El ansia por el poder absoluto sumerge a Neo Tokyo a una destrucción ideológica y ética de su sociedad. Aunque Neo Tokyo se nos presenta como una metrópolis majestuosa, se muestra un contraste cuando descubrimos que es una sociedad plagada de políticos corruptos, una educación decadente, revolución e inseguridad.

Una ciudad destruida hace décadas por la tercera guerra mundial, pero ahora destruida por un anhelo desmesurado del humano por el poder. Una belleza decadente.

Si bien es un escenario distópico, ficticio e irreal, no deja de ser posible. Pero, ¿cómo se puede obtener ese poder?

Akira es el reflejo de una sociedad que se rinde ante la tecnología, algo no tan lejano de nuestra realidad. La ciencia y la tecnología son un arma de doble filo, para algunos pueden significar progreso, pero para otros destrucción. Significado que el creador de Akira conoce muy bien y buscó representar en su obra.

Inspirado por la destrucción que sufrió Hiroshima y Nagasaki en la segunda guerra mundial, Katsuhiro Otomo, nos muestra la degeneración que puede llevar consigo la tecnología al expandir las capacidades del ser humano, dándole un poder mayor.

Poder, locura y perdición.

El personaje de Tetsuo es la representación de la modernidad, del deseo de poder del ser humano, pero también la muestra de lo nocivo que puede resultar esa ambición. Tetsuo es un chico testarudo y con complejo de inferioridad, a diferencia de su mejor amigo Kaneda, el líder de la banda, alguien tenaz, rebelde y protector.

Tras el accidente que tiene con un niño víctima de experimentación humana, Tetsuo obtiene poderes telequinéticos que lo convierten en un superhumano. Su ambición por más poder lo llevan a desear el poder de Akira.

Akira es un humano con poderes incontrolables que causó la explosión que destruyó Tokyo, 30 años atrás. Pero, acabó en manos del gobierno, quienes comenzaron a experimentar con humanos tratando de recrear un poder igual.

La existencia de Akira se convertiría en una leyenda urbana para algunos ciudadanos, quienes lo veían como una deidad que con su regreso traerá el amanecer.

El complejo de inferioridad de Tetsuo hacía que siempre buscara ser igual o mejor que Kaneda, esto desataría su ambición. Esa ambición se convirtió en ira, esa ira en una furia incontrolable.

Él era alguien que fue pisoteado por los demás y se defendía pisoteando a otros.

Tetsuo, cedió ante su deseo de poder. Un chico corriente convertido en el villano con la esperanza de ser el héroe. De ser quien traería paz al mundo.

Pronto comprendemos que también es una historia sobre la amistad rota de Kaneda y Tetsuo, los deseos, el dolor y el ansia de poder.

El deseo por un poder supremo lo llevó a la locura, esa locura lo llevó a la perdición. Una perdición y redención que se encuentra cuando el hombre juega a ser dios.

Me tomaría una vida hablar de la grandeza de Akira. Una obra que es irrepetible por lo desenfrenada, cruda y pretenciosa que es. 

Akira tuvo un impacto inimaginable para la cultura japonesa, cultura pop mundial y la animación en general. Si bien, revolucionó la animación con el nivel de detalle, estética y narrativa, también pavimentó el camino para el ingreso de películas animadas provenientes de oriente.

Antes del estreno de Akira, Occidente era ajeno al consumo de material animado japonés. Disney y Warner habían construido un imperio animado acaparando todo el mercado.

Los productores de Akira presentaron el proyecto a Steven Spielberg y George Lucas, quienes rechazaron la distribución y aseguraron que Akira no tendría espacio en el mercado occidental. Sin embargo, la atmósfera futurista creada por una banda sonora magistral, sus escenarios y narrativa, hizo que Akira, una película diferente a lo que Disney tenía acostumbrado, se situará en el panorama audiovisual mundial.

Akira interpreta la realidad con un resultado impecable, con una mirada certera hacia el futuro que se ha vuelto presente. Ha logrado convertirse en un referente de culto; un material adulto, complejo y diferente; un material que ha servido de inspiración para grandes cineastas. Akira no se limitó a formar parte de la cultura pop en su momento, sino que desde entonces forma parte intrínseca de ella.

Es la representación de una distopía tan cercana a nosotros, de una modernidad plagada de ambición. Una representación de la pantalla a la realidad. Akira es la prueba legitimadora de todo un medio a ojos de los espectadores que consideran que la animación es cosa menor, cosa de niños.

A pesar de haber transcurrido más de 30 años desde su estreno, Akira no deja de ser una película icónica; una excelencia de unidad estética, técnica y narrativa; la representación de la naturaleza del ser humano y una distopía irreal pero posible.

Akira ocupa un lugar dentro de mí, Akira destruyó barreras y construyó un puente.

Akira es inolvidable. Akira es irrepetible.

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Fabian Aguirre Estudiante de Ciencias de la Comunicación en la ciudad del eterno calor, Piura. Amante empedernido del séptimo arte. Creyente del poder del cine y su capacidad de transmitir emociones. Aterrado e intrigado por conocer mi futuro.
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